Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

04 julio 2005

Bonsiepe en El Mercurio

ENTREVISTA. Gui Bonsiepe, diseñador alemán:
Diseño con dientes

Macarena García G.
Foto:Héctor Flores

Odia el diseño de autor, la arquitectura llamativa y cualquier pretensión posmodernista que se interponga entre el usuario y sus herramientas. Gui Bonsiepe sabe lo que quiere y lo quiere para Latinoamérica, el continente que ama por periférico.

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MACARENA GARCÍA G.

Estuvo casi una semana en Santiago dando conferencias a alumnos y colegas que se preocuparon de llegar temprano para "agarrar" asiento y no quedarse frente a la pantalla repetidora que se había colgado fuera de la sala. Una convocatoria masiva para un tema por el que pocos apostarían: la teoría del diseño. Le dijeron que era un gurú y él se defendió de su propia imagen mistificada. Dijo que no, que él no traía soluciones, sino sólo opiniones, miradas sobre las posibilidades del oficio en un mundo globalizado y competitivo.

"No soy un gurú", repite convencido el día de la entrevista, a pesar de que esa mañana recibió su medalla de Doctor Honoris Causa de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) y dio una charla magistral que luego le pidieron para llevársela al Presidente Ricardo Lagos. Gui Bonsiepe dice estar agradecido del trato que se le da en Chile -"son increíblemente cálidos y generosos"- y no quiere sacarse la medalla en cuestión. La levanta para mostrársela al fotógrafo. Después se acerca para contestar las preguntas, mientras sus anfitriones esperan pacientemente a que termine para seguir con los agasajos.

Y es que Bonsiepe, diseñador y teórico de esta disciplina, tiene estrechos lazos con Chile. Al egresar de Ulm, escuela alemana heredera de los postulados de la Bauhaus, viajó a trabajar a Argentina, desde donde se trasladó a Chile para elaborar un programa de cooperación y fomento de la pequeña y mediana industria. Eso fue en 1968 y cinco años después partiría rumbo a Brasil, lugar en el que reside hasta hoy. Alcanzó a inscribir como chilenas a dos de sus hijas y a hacerse un grupo de colegas amigos con los que se seguiría encontrando esporádicamente al pasar los años. Decidió radicarse definitivamente en Latinoamérica, un continente que le parece bastante más "entretenido" que la "resuelta" Europa a la que sus amigos no han logrado convencerle de volver.

Parecen factores para cautivar a su audiencia. Pero tal vez lo logran más sus ideas que van desde la sentencia de muerte para el diseño gráfico en tiempos de internet, una acérrima guerra contra la vanidad de cierta arquitectura (un tema que saca aplausos en el gremio) y el inflexible rechazo a las ínfulas de artista con las que se invisten ciertos colegas. Utiliza un icono con el que logra sonrisas irónicas: Phillippe Starck y su exprimidor Alessi de 75 dólares, cuyo diseño no contempla la retención de las pepas de las naranjas. "Es una pieza para poner sobre los escritorios de los empresarios y decir que ellos sí aprecian el diseño y el arte. Una estupidez", espeta mientras cambia la imagen del powerpoint. La audiencia suelta carcajadas.

-Usted ha dicho que el marketing se "comió" al diseño. ¿Se refiere específicamente a las grandes alianzas entre marcas y diseñadores, cuya firma vale millones, como Phillippe Starck o Marc Newson, asociados a Puma o Alessi para diseñar zapatillas, sandalias y exprimidores?

"El marketing descubrió en el diseño una variable para fortalecer sus intenciones y el diseño se dejó seducir por él. Yo no quiero negar la importancia del marketing, pero me parece equivocado reducir el diseño a eso. Se trata de otro oficio que busca hacer objetos más usables e informaciones más comprensibles para el usuario, no para posicionar a empresas en el mercado".

-¿Y quienes pelean de su lado están en batalla contra la banalización del diseño? Hoy, muchos piensan que mientras más sofisticado y creativo es un diseño, es mejor.

"Yo creo que hoy la gente piensa que el diseño es una carrera fácil, de mucho baile y mucha entretención. Me temo que una generación de estudiantes va a sufrir un despertar muy doloroso, porque el diseño requiere un know how duro, profesional. Hay que saber de precios, de materiales, conocer las otras profesiones que intervienen en él, no es una cosa de estética y sensaciones. Por eso estoy en contra del diseño de autor, de la automarca tipo Phillippe Starck. Ojalá los productos diseñados interfieran de la manera menos molesta en mi vida, no quiero productos sobre los que se siente que han sido 'diseñados'".

-¿Y de dónde provendría esta cercanía entre arte y diseño? ¿Tiene que ver con que el discurso crítico y teórico del diseño no está muy desarrollado?

"Son varios factores. Yo creo que todas las profesiones tienen un discurso propio, pero en este caso no hay una tradición de reflexión crítica. De hecho, hay una aparente oposición entre teoría y práctica, por eso yo evito presentarme como un teórico".

-"Nos han dicho que las Grandes Narrativas han muerto. Ese es sello de la condición posmoderna. Pero donde antes teníamos varias narrativas compitiendo, ahora encaramos -en larga escala- la propagación de una Meganarrativa, llamada Mercado", escribió usted. ¿Es algo que debiese enfrentar el diseño? ¿De qué forma?

"Es cierto que con el postmodernismo fue inaugurado el período de la muerte o de la desaparición de las grandes meganarrativas. Esa crítica al proyecto utópico de la modernidad me parece en parte justificado, pero creo que se hace eliminando toda la parte positiva del iluminismo. Estas nuevas corrientes juguetonas de la filosofía en que todo es entretenimiento, ironía y alusiones dejan de lado el tema que la modernidad es un proyecto inacabado como dice Habermas. Mi proyecto de diseño está arraigado en ese proyecto, porque hay muchas cosas aún por hacer, particularmente en los países periféricos donde las promesas del proyecto de la modernidad no han sido cumplidas".

-¿Y cómo sería ese diseño posmoderno que no cumple las promesas?

"Se manifiesta con más claridad en la arquitectura. Grandes obras con curvaturas como el diseño de (Frank) Gehry para el museo Guggenheim de Bilbao en el que hay una categórica división entre la piel del edificio y la construcción interna. A pesar de todos los elogios que ha recibido, yo pregunto a los directores de museos si es que están contentos con esas condiciones para exhibir las obras. La arquitectura es tan importante que aplasta. Soy alérgico contra ese tipo de arquitecturas y contra su símil en diseño, el que hacen las estrellas que se venden como firmas. Para mí, la relación arte y diseño es una irresponsabilidad que mistifica una actividad profesional. Le dan una aura de incomprensibilidad, una idea de que no puede ser penetrable a criterios racionales, cuando el diseño tiene que ser eso: racional".

-¿Cuáles cree fueron los principales cambios en el diseño tras la irrupción de los nuevos medios?

"Muchos. Se nos abren nuevos desafíos para los diseñadores, que exigen ciertas facultades intelectuales como es el dominio del lenguaje escrito y ciertos conceptos básicos de programación. Y no sé si hoy se está encarando bien. El diseño, así, podría ser una profesión en extinción, porque puede ser que sean otros profesionales los más capacitados para asumir estos desafíos".

-A fines del siglo pasado, se apostó por la importancia económica de internet. Se crearon muchas empresas de e-business y hubo varios que vaticinaron el fin de los libros de texto y el advenimiento del hipertexto. Pero después esas ilusiones se desplomaron, cayó Nasdaq y se esfumaron la mayoría de las punto com. ¿Influyó que no hubiese un diseño al nivel de los nuevos medios?

"Una de las causas de este globo desinflado pudo ser un diseño deficiente de los sitios y herramientas de la web. Yo noto un gran déficit en el uso de ciertos softwares y eso es causado por insuficiencias en el trabajo de los diseñadores en ellos. No saber indicarle bien al usuario la forma de utilizar estas herramientas".

-¿Y hasta qué punto podemos hablar del advenimiento del hipertexto en contraste a la linealidad textual explotada hasta ahora?

"Antes de internet hubo quienes experimentaron con estas nuevas narrativas, como Cortázar en Rayuela. Pero hay muy pocos que lo saben manejar hoy. En estos momentos sí estamos leyendo hipertextualmente, saltando de un tema a otro, guiándonos por hipervínculos, pero la construcción consciente de este tipo de textos no es muy masiva. Hay un nuevo software llamado Stories Space, con especialistas que hacen congresos y presentan sus obras, pero sin mucha divulgación. No creo que exista aún una nueva forma de literatura, pero debiésemos empezar a preocuparnos por ella".

Influencia de Bonsiepe en Chile

PEPA FONCEA
Diseñadora gráfica

Por primera vez en Chile se le otorga el más alto grado académico del país, doctor Honoris Causa, a un diseñador. Paradójicamente -o quizás porque funciona el principio de la reparación-, el galardonado es un extranjero que se vio forzado a abandonar nuestro país en 1973.

El diseñador en cuestión es Gui Bonsiepe, nacido en Alemania, profesor de la Hfg, Hochschule für Gestaltung, la conocida y mítica Escuela de Ulm, que durante los 15 años de su existencia marcó las pautas de lo que hoy reconocemos como diseño industrial moderno y masivo.

Una escuela que en su desarrollo acentuó la estrecha relación entre diseño y tecnología, incluyendo asignaturas de carácter científico. Con un profundo sentido ético -se llega a hablar de la moralidad de los objetos- combatió la visión del diseño como una materia que se transforma en dinero para transformarlo en un servicio para los usuarios.

Gui Bonsiepe llegó a Santiago en 1968 contratado por Naciones Unidas para desarrollar un programa de diseño industrial para la pequeña y mediana industria. En 1971 dirige el Grupo de Diseño Industrial del Instituto Tecnológico de Corfo desde donde desarrolla variados proyectos tanto en el ámbito de bienes de consumo -juego de loza para uso doméstico-, de uso público -mobiliario para guarderías infantiles, hospitales, etc.-, o de bienes de capital -maquinaria agrícola-, con un claro enfoque en el valor de uso del producto en contraposición a la estrategia de maximizar el valor de cambio, preconizado en la década del 50 por el movimiento stilyng.

Ya en esa época, Bonsiepe hace un gran aporte a la teoría y la praxis del diseño. En Chile escribe, en forma de borrador, su Manual de Diseño que luego saldría a luz en múltiples libros publicados en varios países.

En Chile él fue un maestro sin pretenderlo y quizás sin, todavía, aceptarlo. A pesar de su corta edad -en 1968 tenía 34 años- poseía un know how -técnica y rigor de trabajo- que compartió con generosidad con los estudiantes dispuestos a aprender. A eso se sumó su postura clara, fundada en el convencimiento de la necesidad ética de poner el diseño en pos del bien común. En Bonsiepe vimos un modelo y nos arriesgamos -en una experiencia inédita- a seguirlo, abandonando los estudios regulares en universidades tradicionales. Fue un intenso período, de práctica educativa experimental, fuera del ámbito académico formal.

Desde su formación ulmiana -profundamente humanista y crítica- y sin hacer exigencias de ningún tipo, traspasó a sus colaboradores una visión del diseño como continuo proceso de búsqueda, de profundo rigor y disciplina de cara a las necesidades reales. Propone un determinante cambio en el discurso y práctica del diseño cuyo eje es el proceso proyectual, planteamientos que provocaron la necesidad de aggiornamiento en la enseñanza del diseño en nuestro país. Los hechos, los conocimientos y las tecnologías cambian, pero permanece el modo de enfrentarse a ellas.

También Bonsiepe ayudó a plantear el quehacer del diseño en un ámbito interdisciplinario, como un oficio que articula y pone en juego muchos saberes. Desde una mirada más amplia, la mayor contribución que hace Bonsiepe en los 70 en Chile, es demostrar cómo desde un país pequeño y periférico también se puede hacer buen diseño. Él forma parte de un equipo que abordan proyectos de gran trascendencia con apoyo de organismos de gobierno. Proyectos que, todavía hoy, son motivo de estudio en universidades en varios países del mundo.


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